
Si tuviera que elegir unas pocas cosas que me dieran paz, entre ellas sin duda estaría el mar. Y si es fuera de temporada alta más todavía.
Sentarme en la playa en pleno otoño o invierno y oír las olas romper en las rocas o en la arena, hace que deje atrás todo tipo de estrés. Además ese aire despeinando, palos, conchas y la sal en la piel forman parte de mi vida.
Por eso cuando vamos de viaje a algún lugar de costa no puedo dejar de visitar sus playas, calas o faros.